miércoles, 16 de marzo de 2016

Información sobre Medio Ambiente

                      La mayor maravilla del mar es que siga todavía vivo

Debido a la inmensidad y profundidad de los océanos, hasta hace poco el hombre creía que podría utilizarlos para verter basura y sustancias químicas en cantidades ilimitadas sin que esto tuviera consecuencias importantes. Los partidarios de continuar con los vertidos en los océanos incluso tenían un eslogan: «La solución a la contaminación es la dilución.»

En la actualidad, basta con fijarse en la zona muerta del tamaño del estado de Nueva Jersey que se forma cada verano en el delta del río Mississippi, o en la extensión de 1.600 kilómetros de plástico en descomposición en el Pacífico Norte para darse cuenta de que esta política de la «dilución» ha contribuido a llevar al borde del colapso lo que tiempo atrás fue un ecosistema oceánico próspero.

               Diversas formas de contaminación

Existen pruebas de que los océanos han sufrido a manos del hombre durante miles de años, desde la época romana. Sin embargo, los estudios llevados a cabo recientemente demuestran que la degradación, especialmente en las zonas costeras, se ha acelerado notablemente en los últimos tres siglos a medida que han aumentado los vertidos industriales y la escorrentía procedente de explotaciones agrarias y ciudades costeras.

La contaminación es la introducción de contaminantes nocivos que no son habituales en un ecosistema determinado. Algunos de los contaminantes más comunes derivados de la actividad humana son los plaguicidas, herbicidas, fertilizantes químicos, detergentes, hidrocarburos, aguas residuales, plásticos y otros sólidos. Muchos de estos contaminantes se acumulan en las profundidades del océano, donde son ingeridos por pequeños organismos marinos a través de los cuales se introducen en la cadena alimentaria global. Los científicos incluso han descubierto que los medicamentos que ingiere el hombre y que no llegan a ser procesados completamente por su organismo acaban en el pescado que comemos.

Muchos de los contaminantes que encontramos en los océanos son liberados en el medio ambiente mucho antes de llegar a las costas. Los fertilizantes ricos en nitrógeno que utilizan los productores agrícolas en zonas de interior, por ejemplo, acaban en las corrientes, ríos y aguas subterráneas locales, y más tarde se depositan en los estuarios, bahías y deltas. Este exceso de nutrientes puede provocar un crecimiento masivo de algas que consumen el oxígeno del agua, generando zonas en las que no puede haber vida marina o apenas existe. Los científicos han descubierto 400 zonas muertas con estas características por todo el planeta.

Los residuos sólidos como bolsas, espuma y otros desechos vertidos en los océanos desde tierra o desde barcos en el mar acaban siendo con frecuencia alimento de mamíferos marinos, peces y aves que los confunden con comida, con consecuencias a menudo desastrosas. Las redes de pesca abandonadas permanecen a la deriva durante años, y muchos peces y mamíferos acaban enredados en ellas. En algunas regiones, las corrientes oceánicas arrastran billones de objetos de plástico en descomposición y otros residuos hasta formar remolinos gigantescos de basura. Uno de ellos, situado en el Pacífico septentrional y conocido como el Gran Parche de Basura del Pacífico, tiene una extensión que según las estimaciones llevadas a cabo duplica la del estado de Texas. A principios de 2010, se descubrió otra gigantesca isla de basura en el océano Atlántico.
                      
                           Contaminación acústica
La creciente contaminación acústica producida por el hombre en los océanos se está convirtiendo en una seria amenaza para la biodiversidad marina, en concreto, para especies como ballenas, delfines y tortugas, que emplean sonidos para comunicarse. Según expertos reunidos en una conferencia impulsada por las Naciones Unidas en Roma, la navegación comercial, los nuevos radares militares y el cambio climático "acallan" los sonidos que producen estos animales, una situación que les asusta y desorienta y que hasta llega a afectar su comportamiento.
El continuo rugir de los motores de los barcos, los estudios sísmicos que llevan a cabo las compañías de gas y petróleo y los sónares militares han elevado los niveles de ruido de los océanos hasta niveles casi insostenibles. El director científico de la Sociedad para la Conservación de Ballenas y Delfines, Mark Simmonds, asegura que existen "evidencias" de que estos ruidos afectan sobre todo a mamíferos marinos, especialmente a aquellos que suelen moverse en las profundidades.


                             "El mal del buceo"
Este científico ha señalado que existen además pruebas de que los casos de ballenas varadas en playas de todo el mundo están cada vez más relacionados con la contaminación acústica. Muchos de estos mamíferos presentan daños en los tejidos similares a las de los buceadores que sufren el llamado "mal del buceo" o enfermedad por descompresión inadecuada, que se produce al salir a la superficie demasiado rápido. Los expertos sugieren que estos animales suelen asustarse por los sonidos de sónares o pruebas sísmicas y suben hacia la superficie más rápido de lo que son capaces de soportar.

                       El cambio climático, otra causa
Los científicos también alertan de que el aumento de los niveles de dióxido de carbono en los mares ha hecho subir la acidez del agua, lo que contribuye también a que los océanos sean más ruidosos (a más ácidos, menor capacidad de absorber el exceso de ruido).
páginas consultadas:    

http://www.nationalgeographic.es/el-oceano/cuestiones-criticas-sobre-el-problemas-de-la-contaminacion-marina/cuestiones-criticas-sobre-el-problemas-de-la-contaminacion-marina

http://sociedad.elpais.com/sociedad/2008/12/04/actualidad/1228345202_850215.html


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