sábado, 2 de marzo de 2013

JUAN Y SUS VIDEOJUEGOS

Una vez había un niño que se llamaba Juan y era adicto a los videojuegos, sus padres siempre le compraban nuevos juegos y las consolas de última generación. Un día sus padres le dijeron que no le iban a comprar nada más que tuviera que ver con los videojuegos hasta que sacara mejores notas y entre semana no podía jugar, Juan cogió un berrinche espantoso y se pasó dos horas encerrado en su habitación, al final decidió salir y a sus padres les dijo que haría lo que habían dicho. El primer día de colegio se lo tomó todo muy en serio y se socializó con todos los niños que no había cruzado una palabra en su vida. Al cabo de dos semanas ya tenía muy buenos amigos, a sus padres les dijó que ya no quería los videojuegos y los podían tirar a la basura. Juan estaba muy contento porque al fin había conseguido desengancharse de los videojuegos y tener muchos amigos. Juan aprendió que en la vida lo más importante era tener muchos amigos y una familia.

Alex Segarra Pérez

RUPERTO, EL PROFESOR LOCO





 RUPERTO, EL PROFESOR LOCO


Hace unos años en un pueblo de la comunidad valenciana, había un instituto que se llamaba “Girasol”. En el instituto trabajaba un profesor que se llamaba, Ruperto, al que todos los niños le tenían miedo. Un día estaba dando una clase de Historia, a un grupo de 3º de la ESO, ese día los alumnos se estaban portando muy bien, mientras los alumnos estaban haciendo los deberes que Ruperto les había mandado, le entró un “ataque” y empezó a reñirles, luego mandó a toda la clase al director. Ruperto le dijo, al director, que habían estado toda la clase chillando, pegándose, lanzándose bocadillos…Cuando en realidad los niños no habían hecho nada de eso. El director se creyó lo que había dicho Ruperto y expulso a toda la clase tres días, los niños cabreados le rompieron el coche a Ruperto. Pero Ruperto no se lo hizo solo a ellos se lo hizo a otras 4 clases más. Los niños de todo el instituto quedaron en que un día irían al instituto con sus padres y con pancartas que pondrían “fuera Ruperto”, “No te queremos en este instituto, Ruperto”, “¡Loco!”, etc. Y así lo hicieron, cuando el director vio todo lo que habían hecho, no tuvo otro remedio que despedirle. Ruperto se pensaba que lo que le decía al director era lo que pasaba de verdad, Ruperto tenía un transtorno, y serio. Ruperto se pasó cinco años yendo a un psicólogo. Cuando salió se fue a vivir a Nueva York y ahora trabaja en un instituto de allí y los alumnos le quieren mucho.